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El Mundo 2013

El Mundo 2013

18/8/13, 10:00

Una Comedia Elegante - Eric González

El artículo "Una comedia elegante" de Enric González en El Mundo destaca al icónico bar Cock de Madrid, un referente histórico de la coctelería en la ciudad. Con un ambiente exclusivo y clásico, el Cock ha recibido a figuras como Salvador Dalí, John Wayne y Audrey Hepburn, consolidándose como un símbolo de elegancia. La pieza explora su historia, diseño único y su importancia en la cultura madrileña, atrayendo tanto a locales como a visitantes en busca de una experiencia auténtica.

Artículo:
Decía Michel de Montaigne, el gran estoico, que «la mayoría de nuestras ocupaciones son comedia». En el bar Cock de Madrid rigen ciertos principios teatrales: el ver y el ser visto, el arte de la postura, el gesto exagerado. Cuentan mucho las formas, en especial para el portero si la noche es concurrida y se selecciona a la gente más guapa, comediante o farandulera. El lugar es mejor en las vela- das lánguidas, cuando sobre la barra hay pocos vasos y se puede contemplar el local, un remedo exagerado de club inglés al lado de la Gran Vía.
Quien escribe conoció el Cock en algún momento de los 80, de la mano de un personaje llamado Feliciano Fidalgo. Y ya no hubo manera de separar el Cock del recuerdo de Fidalgo, un señor nacido en 1928 en Tremor de Abajo (León) con el destino de ser príncipe en París. Ejerció la corresponsalía parisina durante un cuarto de siglo, para Ya y para El País, y su estrafalaria humanidad no fue olvidada. Este cronista, en su época de corresponsal, acogió a una compañera que traía en un sobre cerrado una breve carta de Feliciano para el maître de la Coupole. Se le llevó el sobre al maître una noche en que la famosa brasserie estaba hasta los topes. El hombre abrió el sobre, leyó la nota, se emocionó y corrió hasta la mejor mesa del local para desalojar a sus ocupantes y ofrecérnosla. Los desalojados debieron guardar mala impresión de La Coupole. La misma que deben guardar del Cock quienes, de vez en cuando, son perjudicados en beneficio de clientes habituales o famosos. Cosas de la vida.

Feliciano era bien tratado en el Cock, como en casi todas partes. Casi nunca tenía dinero, pero si lo tenía, invitaba. Lo mismo viajaba en el jet privado de Julio Iglesias que dormía en un coche abandona- do. Era un tipo capaz de cruzarse con alguien en un semáforo y regalarle la botella de Vega Sicilia que llevaba bajo el brazo. Su generosidad, su ingenio y su inocencia carecían de límites. Con todo su desaliño, formaba parte de esa orden conocida como «los caballeros de otra época». Su presencia en el Cock sugería otras presencias anteriores, de la época en que el local venía a ser la trastienda lujosa de Chicote y se reservaba a los clientes más distinguidos. ¿Cómo no imaginar a Ava Gardner, bellísima y borracha en la barra?

La historia del Cock está muy ligada a la del célebre barman Peri- co Chicote. El bar fue establecido en 1921 por el empresario Emilio Saracho, empeñado en reunir lo mejor de lo mejor. Para decidir la decoración (que no ha cambiado desde entonces) viajó a Londres, estudió las características de los pubs y clubes ingleses y adquirió el mobiliario básico; el resto, como la chimenea, las vígas y el entarimado del suelo, fue encargado a artesanos madrileños. Saracho contrató como jefe de barra a Peri- co Chicote, un ex camarero del Ritz recién llegado de una mili en Marruecos durante la que asistió, desde su puesto en la cantina, al Desastre de Annual.

Saracho y Chicote acabaron peleados. El barman se dedicó a trabajar en bares de San Sebastián y Biarritz y a ejercer en cruceros de lujo hasta que le contrataron como director del bar Pidoux (lo que ahora es el Museo Chicote), Luego fundó el primer bar Chicote, a partir de 1934 gestionó el bar de las Cortes por encargo de Julián Besteiro (mantuvo la concesión hasta el fin del franquismo) y en la pos- guerra, ya famoso y con espléndidás relaciones en el régimen, se vengó de Saracho, que ya no era el dueño, comprando el Cock y uniéndolo con Chicote a través de un pasadizo subterráneo.
Perico Chicote murió en 1977 sin testamento y sus propiedades fue- ron objeto de un largo litigio. La Rumasa de José María Ruiz-Mateos se quedó durante años con la enorme colección de botellas. El Cock fue vendido en 1985 a sus actuales propietarios. A nadie le sor- prenderá que Ernest Hemingway, el hombre que estuvo en todos los bares, fuera cliente de Chicote y del Cock. En los 50 y 60, más o me- nos la época en que Ava Gardner se afincó en Madrid y, más concretamente, en la barra regentada por Chicote, ante la chimenea de mármol del Cock desfilaron desde el presidente Dwight Eisenhower
hasta John Wayne, pasando por Frank Sinatra, Audrey Hepburn y Salvador Dalí. La misma época en que el genial humorista Miguel Mi- hura, cuya obra Tres sombreros de copa constituye una cumbre del teatro y cuyo trabajo tendrá que ser gozosamente recuperado el día en que a nadie le importe que hubiera sido falangista, solía decir que había nacido en Madrid por que era «la ciudad que cae más cerca de Chicote».

En la década de los 80, el Cock fue el abrevadero natural de muchos pintores, dibujantes y periodistas. Ahora cuenta con una clientela variopinta, tirando a gua- pa y tirando a solvente. Ya se ha dicho que el ambiente parece a veces impostado, lo de ver y ser visto, lo cual no empece para que, como en cualquier sitio donde se expende alcohol a adultos más o menos informados, se generen ciertas situaciones descontroladas e hilarantes. Los barmen son buenos, aunque los martinis resulten, objetivamente, un poco mejores en el contiguo Del Diego. No im- porta demasiado, porque la elegancia decadente del local aporta un plus de exquisitez.

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